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Una Ciudad para las Bicicletas

Una Ciudad para las Bicicletas (2A)

Van Gogh, los canales, el Barrio Rojo son lugares o personajes que te vienen a la cabeza cuando piensas en Amsterdam, pero no necesitarás pistas para decir, en seguida, con qué te vas a tropezar a cada paso en la capital holandesa. Un medio de transporte ecológico, sano y divertido: la bicicleta. 

Cuando llegas a la ciudad y sales de la estación central, vas a ver, de repente, entre tranvías y peatones que entran y salen de la estación, a ciclistas que cruzan las calles, que bajan hacia el centro, o que buscan una plaza libre en el impresionante párking de varias plantas que se encuentra al lado de la estación.

En Amsterdam la bicicleta forma parte de la vida cotidiana, y no es solamente una forma de hacer ejercicio. En las calles de la capital, es más que habitual cruzarse con ejecutivas que pedalean desafiando a las arrugas de sus trajes, o a padres de familia que cargan con sus bebés en remolques acoplados a sus bicicletas. Y es que el clima moderado, las distancias cortas de la capital y las calles llanas hacen que el uso de este antiguo vehículo de dos ruedas sea de lo más cómodo y funcional. 

El uso de la bici en Holanda no es una moda reciente en el contexto de la Europa moderna y ecológica, sino que se viene usando desde los orígenes de este medio de transporte, en el siglo 19. Ya en los años 60 del siglo 20, el movimiento radical antisistema que surgió en la capital, el de los provos, sacó a la calle infinitud de bicicletas blancas que podían tomarse y dejarse a voluntad, un sistema algo anárquico, aunque muy propio de su modo de pensar y actuar. Más tarde, en 1978, el gobierno de la ciudad vio que habilitar un gran trazado de pistas para bicicletas podía ser una solución a los frecuentes embotellamientos de tráfico. 

El centro de la ciudad, además, se construyó en el siglo 17 pensando solamente en los peatones. Por ello, las callejuelas y canales no dejan mucho espacio para la circulación de los coches y, muchísimo menos, para aparcarlos. 

Por ello, con todas las condiciones necesarias para que la ciudad sea una capital mundial de la bici, Amsterdam goza de menos polución y de un eterno aire desenfadado.

Rojas, verdes, con estampado de leopardo o decoración infantil; con carretón delante, o remolque detrás; con cestas de colores, plantas artificiales enrolladas en el manillar, o luciendo luces navideñas y orejas de reno. Son sólo algunos de los ejemplares con los que te vas a cruzar en Amsterdam. 

Aquí podrás comprar en las tiendas especializadas complementos que ni siquiera sabías que existían para tunear tu aburrida bicicleta casera, si es el caso. Y si eres un experto subiendo puertos de montaña, alquílate una de las turísticas y disfruta, ya que la llanura amsterdamesa te va a fascinar. 

¡Ah!, y un consejo: los ciclistas van como bólidos por la ciudad, cruzan los puentes, cambian de sentido en el momento menos esperado, o se cuelan en un paso estrecho. Ve con mucho cuidado, porque las dos ruedas pueden ser un tanto peligrosas para un peatón o un ciclista despistado.

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