Cada año, la ciudad de Amsterdam da la bienvenida a multitud de visitantes que llegan con la clara intención de comprar diamantes en la capital. 

Y es que esta ciudad ha estado asociada tradicionalmente a la talla y comercialización de diamantes. Si te interesa saber cuatro notas de historia, podemos decirte que el comercio de estas piedras preciosas se remonta al siglo XVI. Desde entonces, esta ciudad se ha convertido en uno de los centros más importantes de compra y venta. 

Fueron, sobre todo, los inmigrantes judíos los que monopolizaron este negocio durante siglos. Por eso, después de la Segunda Guerra Mundial, el diamante en Amsterdam vivió una grave crisis. Más de dos mil talladores de diamantes judíos habían sido deportados y exterminados en los campos de concentración de Polonia y Alemania. Aun con todo, ayudas del extranjero llegaron e hicieron resurgir el comercio de diamantes, que en la actualidad sigue en auge. 

Como curiosidad, debes saber que muchos de los más famosos diamantes fueron tallados en Amsterdam. Es el caso del Cullinan, el mayor diamante encontrado hasta la fecha, y que el rey Eduardo VII encargó tallar, de la inmensa piedra de 3106 quilates salieron el Cullinan I, incrustado en el cetro real británico, el Cullinan II, que se encuentra en la corona real, 7 brillantes de tamaño medio y 96 pequeños. 

Por otro lado y en el otro extremo, y no con menos mérito, a los artesanos amsterdameses les tocó tallar durante tres meses el diamante más pequeño del mundo y, pese a su diminuto tamaño, tiene las 57 facetas que se consideran reglamentarias en un diamante. 

En la ciudad puedes visitar el Museo del Diamante, en el Museumplein, donde hay una exposición permanente de piezas famosas y donde se cuenta la historia de la ciudad como capital del diamante. 

Sin embargo, terminamos con otra propuesta más animada: en muchos de los centros donde se tallan diamantes, se hacen demostraciones para el público. Te lleves o no, uno de recuerdo, esta experiencia es, por lo menos, curiosa.