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Caminando por la orilla de los canales de Amsterdam, vas a darte cuenta de la inmensa cantidad de barcos atracados en los canales, y en los cuales lucen macetas, mesitas de terraza, taburetes, juguetes para niños o algún que otro libro abandonado a media lectura.
Pero no creas que se trata de objetos que dejan los peatones en las cubiertas, o que son elementos decorativos estratégicamente colocados para que el turista se pare a fotografiar y exclamar un “mira qué curioso”.
A partir de ahora puedes dejar de ver a estos botes como atracciones turísticas o fondos para una bonita fotografía. Se trata de auténticas casas flotantes, y su origen es más bien práctico que decorativo.
Estas peculiares casas-barco aparecieron en los años cincuenta, y su origen fue una brillante idea para solucionar la crisis de viviendas que existía en la época, aprovechando la disminución de la navegación por los canales interiores de la ciudad.
Lo que al principio fue un movimiento no regulado similar al de los squatters u ocupas, fue en seguida controlado por el municipio. Así, en 1973, el ayuntamiento de Amsterdam decidió intervenir, legalizó los barcos que estaban ya atracados, que representaba una flota de alrededor de 2.500 barcos, e instauró un moderado impuesto anual. La mayoría de estas viviendas flotantes se encuentran en Amstel y en Prinsengracht.
Una ciudad como Amsterdam no entiende su vida sin el agua, pero el caso de los habitantes de las casas-barco va un poco más lejos. Aunque en un inicio fuese una solución de emergencia a un problema grave con la vivienda, actualmente el paisaje que regalan estas casas flotantes es realmente precioso.
Las hay para todos los gustos y colores: desde antiguas gabarras del Rin, que se conservan nobles y burguesas, hasta balsas tipo chalé, invernaderos de aspecto retro-futurista, asilos de gatos y talleres de artistas. Todos ellos, eso sí, disponen de suministro de agua y electricidad.
Y si te sorprende ver barcos con puertas y paños, o ganchillo en las ventanas, o un jarrón de tulipanes adivinándose tras la cortina, vete haciendo a la idea, porque no vas a ver ni uno ni dos. En verde, en azul, con la bandera ondeante de Amsterdam o con música discotequera saliendo de su interior, las casas-barco forman parte de la manera de ser de la ciudad de los canales.
¿Después de todo esto te han entrado ganas de vivir la vida bohemia sobre una casa flotante en el Prinsengracht? Pues acércate a la multitud de hoteles que disponen de habitaciones en barcos sobre los canales. Dicen que no se mueven, pero no está de más llevar las pastillas contra el mareo.
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