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En todas las tiendas de souvenirs de Amsterdam puedes encontrar tulipanes: como imanes de nevera, estampados en camisetas, pintados en cuadros, o en su versión sintética de nylon o madera, clavados a un corcho verde en el fondo de un jarrón. El tulipán está en todas partes, en todos los colores y, finalmente, termina también en todas las bolsas de regalos de todos los turistas que visitan la ciudad.
Con todo esto, parece que el tulipán fuese una planta descubierta, inventada o, en definitiva, propia de Holanda desde los tiempos remotos, pero no es así en ningún caso. Estas plantas son originarias de Asia central, y hasta el siglo XVI no hubo los primeros cultivos de los bulbos en Holanda.
Por aquel entonces, el embajador de Fernando I en Constantinopla se quedó prendado de esta flor, que se cultivaba ya en Turquía desde el año 1000 y que todavía era desconocida en Europa. Su fascinación le hizo llevarse unos bulbos que le regaló a su amigo, el botánico Carolus Clusius, que fue el primero que los plantó en Holanda. De este viaje del tulipán a Europa hay que anotar algo en el anecdotario: una confusión del embajador le llevó a pensar que la palabra turben, cuyo significado en turco es turbante, era el nombre de la flor. Con esta confusión lingüística, el tulipán quedó bautizado.
Los tulipanes de Clusius, que plantó en 1594, fueron el origen de todo. Las coloridas versiones de la flor pronto se convirtieron en signo de estatus social, y se consideraban muy útiles para neutralizar los malos olores en los hogares. Los holandeses en seguida quedaron maravillados con la flor y su comercialización se disparó.
La especulación con la venta de tulipanes llegó demasiado lejos, suscitando lo que se llamó “Tulipomanía”, que colapsó el mercado en un solo día. El escándalo fue tan grande que el gobierno holandés tuvo que intervenir y regular esta comercialización.
Hoy en día, años más tarde, los tulipanes siguen estando presentes en todos los hogares amsterdameses. Se adivinan tras los ventanales de las casas, en los mostradores de las tiendas, en las mesillas de los cafés o en las cestas de las bicicletas.
Si te gusta la flor del tulipán, sólo hace falta que te acerques al Bloemenmarkt en temporada, entre febrero y julio, y elijas tu color. Y si creías que elegir en la floristería de tu barrio era complicado, espera a ver la impresionante gama holandesa, porque es un auténtico espectáculo.
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