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En el muelle del Entrepotdok, una vieja y oxidada grúa nos recuerda el pasado lleno de vida de esta zona de Amsterdam.
Y no es que ahora este gran complejo de viviendas esté vacío e inutilizado, sino que lo que se respira en este muelle en la actualidad dista bastante del ajetreo portuario de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.
Estudios, oficinas y viviendas ocupan hoy los 84 antiguos almacenes marítimos construidos entre 1708 y 1839, sustituyendo las escenas de carga y descarga, de chatarra y cajas vacías, por la de maletines y ordenadores portátiles, y por las mochilas y las piruletas de los niños que regresan a casa después del colegio.
En el siglo XIX, después de la construcción de las naves, se formó un complejo con un total de 98 depósitos. En aquel momento, se trataba de la serie más larga de almacenes de Europa, y su objetivo era cumplir la función como almacén general nacional.
De hecho, en 1827 en esta zona se hallaba el Depósito Aduanero General del Estado, y todos los barcos con cargamento a bordo que entraban en la ciudad tenían la obligación de atracar aquí y pagar los impuestos requeridos, antes de descargar sus mercancías en otros lugares del puerto de Amsterdam.
Los almacenes llevaban nombres, por orden alfabético, de ciudades holandesas y belgas, empezando por Amsterdam y terminando por Zuthpen. Esto es porque, por aquel entonces, Holanda y Bélgica compartían un mismo reino y alternaban su capital entre Bruselas y Amsterdam.
A finales del siglo XIX, se construyó un almacén más grande y cercano a las nuevas instalaciones del puerto, y se le sacó un nuevo uso a los almacenes, como depósito para mercancías variadas, como el vino y el aceite, hasta la Segunda Guerra Mundial. Pero el pasar a un segundo plano hizo que, progresivamente, estas naves empezaran a quedarse en desuso y acusaran ya un deterioro hasta que, en 1970, un incendio les causó graves desperfectos.
Entre 1980 y 1986, Amsterdam, con la vista puesta en el futuro y apostando por un desarrollo sostenible de la ciudad, por el reciclaje de espacios y por un lavado de cara de las zonas más deterioradas, impulsó un programa de reconversión de las antiguas naves en viviendas.
Después del fracaso de una promotora que quiso ubicar en estos edificios viviendas caras de propiedad, una asociación de vecinos del barrio propuso que se habilitaran viviendas sociales subvencionadas, y el proyecto fue encargado al arquitecto Jop van Stigt por el municipio.
En su proyecto, las fachadas se dejaron intactas en la medida de lo posible, se restauraron los almacenes y se convirtieron en 538 apartamentos con características muy diversas. Arquitectónicamente hablando, el proyecto de van Stigt destacó por la utilización óptima de las entradas de luz, que era un reto, pues se trataba de unas naves no concebidas para ello, y también por el magnífico diseño funcional de los espacios habitables, las zonas exteriores y los espacios al aire libre.
El Entrepotdok se ha convertido en los últimos años en un reclamo y un ejemplo de renovación urbana, y ha atraído la atención de la prensa y los mercados internacionales.
En un mundo en el que el reciclaje y la reutilización de espacios empieza a ser imprescindible y a estar en los programas de todos los gobiernos, el caso del Entrepotdok es un ejemplo a seguir. Vale la pena acercarse a contemplarlo.
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