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Tuschinski Theater

Tuschinski Theater (50)

Cuando te encuentres delante del número 26 de la Regulierbreestraat, no vas a saber exactamente qué pensar. Quizás acertarás a definirlo como una mezcla entre la estética de The Rocky Horror Picture Show, el Batman más gótico, unas terroríficas cavernas y cierto toque de glamour hollywoodiense. No estás equivocado, pero podrías añadir mucho más, porque el peculiar edificio en el que se encuentra el Cine Tuschinki es un auténtico emblema que genera pasión entre los adeptos y los detractores de su estética. 

Aunque por su apariencia podría parecer que aquí se celebran hasta rituales de brujería, en realidad, el Tuschinski es un cine convencional, que programa películas de estreno y que, después de algunas reformas, alberga varias salas.

Cuando veas la abigarrada fachada del Tuschinskitheater no sabrás exactamente en qué detenerte para empezar a quedarte encantado. Y es que el hipnotismo kitsch del edificio empieza con sus dos torres que se divisan a lo lejos, por encima de las casas vecinas, sigue con su gran puerta de entrada, que parece una gruta decorada con alfombra roja y estrambóticas lámparas, y termina, al alzar la vista, con la impresionante fachada art déco que, sin ánimo de ofensa, está más cercana a un decorado de película que a arquitectura de verdad. 

El nombre del teatro, pese a que durante años fue Tívoli, se debe a quien lo mandó construir, Abraham Tuschinski. Un inmigrante polaco que llegó a Holanda a inicios de siglo 20 y que, viendo el auge del negocio del cine en el mundo, decidió probar fortuna y abrir una sala en Amsterdam. 

Así, entre 1918 y 1921 se erigió este edificio, encargado al arquitecto Hijman Louis de Jong, que consiguió una delirante mezcla entre el art déco, el gusto particular de Tuschinski, y el estilo arquitectónico de la Escuela de Amsterdam, fuertemente influenciado por el expresionismo.

En el interior, diseñado por Pieter den Besten y Jaap Gidding, se fusionan lujo y tiniebla en las tallas de madera oscura, las vidrieras, las lámparas de luz amarilla o las figuras de bronce. 

La primera sala, que te recordará probablemente a un teatro de ópera, es la más destacada, de nuevo, por la exuberancia de la decoración, por la excentricidad del toque retro, y por la extravagancia de sus tapices, alfombras, palcos, pinturas y, además, porque, en su momento fue pionera con su revolucionario sistema de calefacción y ventilación, que conseguía mantener la temperatura en todo el edificio. 

No creas que aquí siempre se proyectaron películas, sino que durante años, el Tuschinski funcionó como teatro musical, y acogió figuras de la talla de Judy Garland, Maurice Chevalier o Edith Piaf. Si bien en los años 70 se convirtió definitivamente en una sala de exhibición cinematográfica, supo conservar el encanto de antaño, del que todavía hoy presume. 

En la actualidad, la mayoría de los cines son multisalas con parking, palomitas de todos los tamaños y taquillas informatizadas. Por ello, vivir la experiencia de ver una película aquí te resultará fascinante. En el Tuschinskitheater te sentirás entrando en el castillo de Drácula. Sin embargo, puedes disfrutar tranquilo de la película, porque en principio aquí nadie te va a morder.

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