El Rijksmuseum, considerado el más importante de los museos de Amsterdam, pasó un largo periplo antes de llegar al lugar donde se sitúa actualmente. 

Te encuentras ante el Museo Nacional, cuyos inicios se remontan a la época de la ocupación francesa, en 1798, durante la cual el museo tenía su sede en la Haya. Después se trasladó a una de las plantas del Palacio Real, en el Dam, y recibió como don de la ciudad la obra maestra de Rembrandt La ronda de noche, que sigue siendo uno de los principales atractivos de la colección. En seguida volvió a mudarse a otro palacio del centro pero, en 1874, esta ubicación se estaba quedando pequeña, y se encargó el proyecto de un edificio que tenía que albergar la que, a finales del siglo XIX, ya era una inmensa colección. 

El prestigioso Pierre Cuypers fue el encargado de diseñar el edificio del Rijksmuseum, que significaba su primer proyecto en la capital holandesa. Y, realmente, observando la magnificencia de la obra, podrás corroborar que empezar así es empezar realmente a lo grande. 

Cuypers se enmarca dentro del estilo renacentista, pero, sin embargo, los protestantes de la ciudad criticaron que el edificio acusaba demasiado las influencias góticas, que están estrechamente vinculadas al catolicismo, y como respuesta, el arquitecto introdujo algunos cambios. Cuypers utilizó el ladrillo típico holandés para el tejado y las torres, y cambió las vidrieras, inicialmente ojivales, por acabados con arcos de medio punto. 

No hace falta observarlo con detenimiento para darte cuenta de que se trata de un edificio muy similar a la Estación Central, que más tarde concebiría el mismo Cuypers. 

El edificio está ricamente decorado con iconografía relacionada con la historia del arte y la historia de los Países Bajos. En la fachada sur, por ejemplo, se representan mosaicos con las historias de los héroes de la ciudad: el poeta Van den Vondel, Frederick Hendryck o Huygens. 

Si te parece impresionante el exterior del edificio, espera a ver el interior. Y es que el Museo expone una impresionante colección de pintura, escultura, artes decorativas, arte asiático e historia de los Países Bajos. 

Obras de entre los siglos XV y XIX llenan los pasillos, las salas y las galerías, y son un ejemplo de la grandeza artística que se ha cosechado siempre en este país. 

Tratándose de un museo nacional, las piezas clave son las pinturas del siglo de oro de los Países Bajos. La novia judía, de Rembrandt, El alegre bebedor, de Frans Haals, o La lechera, de Vermeer son sólo algunas de entre las centenares de obras con las que podrás maravillarte.

Además, al terminar el largo recorrido por el museo, es muy recomendable pasarse por otro de los atractivos del museo, su jardín. Sus fuentes y glorietas merecen mucho la pena, y no olvides fijarte en su colección de estatuas, una variedad de componentes holandeses antiguos, procedentes de todo el país, que le confieren una atmósfera extrañamente especial. 

Además, después de horas recorriendo las 200 salas del museo, seguro que agradecerás un poco de aire fresco. También es de lo más recomendable pasarse por la tienda del museo en el primer piso y curiosear por su infinidad de objetos.

Finalmente, queremos recordarte que, en la actualidad, el museo se encuentra en fase de reconstrucción. El 95% del recinto está cerrado, pero expone las 400 obras maestras principales. Es algo menos que las 5000 pinturas y los 800.000 dibujos que componen el total de la colección, pero, créenos, no te va a saber a poco.