Esta llamativa construcción, que domina la escena, tras el caos de tranvías, autobuses, ciclistas y peatones que se cruzan a la salida de la Estación Central es un símbolo del fin de la intolerancia religiosa que sufrió Amsterdam durante el siglo 17, cuando estaba prohibida la práctica del catolicismo. 

En aquel momento, surgieron muchísimas capillas clandestinas, que se ubicaban en casas particulares o en patios privados. Es el caso de la capilla de “Nuestro señor del granero”, ubicada en el ático de la casa de un acaudalado comerciante, y que se consagró a San Nicolás, patrón de la ciudad. Si bien en aquella pequeña capilla se rendía culto privadamente a este santo, con la construcción en 1887 de la iglesia que se encuentra ante ti, de algún modo, se oficializó el culto a San Nicolás y la pequeña capilla pasó a segundo término. La era en que los católicos estaban perseguidos por los protestantes había pasado a mejor vida. 

La iglesia fue un diseño del arquitecto A. C. Bleijs, y contiene destacados elementos de los estilos neo-renacentista y neo-barroco. Su aspecto es imponente y soberbio, debido, especialmente, a las dos torres, que se encaran a la zona que anteriormente había ocupado el muelle.  En el centro de las dos torres, un rosetón se presenta, orgulloso, con un bajorelieve justo en el centro, en el que aparece Jesucristo y los cuatro evangelistas. De 1886 data también la escultura de Bart van Hove en la que San Nicolás está representado en la fachada. 

En la escructura destacan también la torre octogonal coronada con una cúpula barroca con una cruz, el coro elevado y la planta en forma de cruz latina. 

Esta iglesia católica es una de las más destacadas de la arquitectura religiosa reciente en la capital holandesa, y recupera los elementos de sus estilos más esplendorosos. Integrada totalmente en la ciudad, es querida por todos, debido a lo que significa en su historia: la emancipación católica y el inicio de una nueva era de tolerancia religiosa.