La geografía oculta de Amsterdam, y especialmente del barrio de Jordaan, está marcada por la presencia de los hofjes. Detrás de las fachadas de las pequeñas casas de ensueño que pueblan las calles, se esconden pequeños patios tranquilos repletos de una ordenada de vegetación. 

Si lo primero que piensas es en la cantidad de fiestas animadas, cenas multitudinarias y verbenas con música hasta las tantas que se podrían celebrar en estos patios, estás muy equivocado respecto a su uso. Amsterdam es una ciudad tranquila, en la que no se respira el estrés de muchas otras capitales europeas, y sus hofjes van todavía más allá: son un respiro dentro del respiro, un envidiable remanso de paz. 

A todo esto hay que añadirle que, históricamente, los amsterdameses han destacado en muchas ocasiones por su concienciación con los más necesitados y por una elevada tolerancia y vocación social.  

Con todo ello, comprenderás entonces el por qué del uso no-lúdico de estos patios. Tradicionalmente, los hofjes han sido utilizados  como hospicios gratuitos para las personas más necesitadas, especialmente el sector de la tercera edad. 

Si ya en la Edad Media Amsterdam fue pionera en la asistencia social, en su siglo de oro, el XVII, esta práctica se extendió considerablemente. Los primeros hofjes fueron fundados por ciudadanos ricos de la época, y daban asilo a personas necesitadas en una época en la que no existía propiamente la asistencia social de carácter público. Así, viudas y ancianos eran acogidos en estos hospicios. Se trataba de pequeñas casas individuales, habitualmente, construidas en torno a un pequeño patio, en las que estaba garantizada la serenidad. 

Muchos de los hofjes se han reconvertido en bed & breakfasts o, sencillamente, domicilios particulares, aunque algunos de ellos siguen todavía en funcionamiento. 

Actualmente, si das un paseo, especialmente en el barrio de Jordaan, podrás leer en muchas fachadas una placa conmemorativa del hofje y de su fundador.