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Museo del Teatro (Theatermuseum)

Museo del Teatro (Theatermuseum) (24)

El Herengracht es el primero de los canales nuevos que se construyeron. Fue bautizado también como “Canal de los Señores”, en honor a uno de los tres poderes del siglo de oro (junto al Emperador y al Príncipe). 

Este nuevo y majestuoso canal pretendía atraer a los ricos comerciantes de la ciudad, que se instalaban en la zona construyendo fabulosos palacios y mansiones. Y sin duda, con el tiempo, lo consiguió. Un buen ejemplo de ello es el Museo del Teatro, que tiene su sede en las dos hermosas Casa Blanca y Casa Bartolotti. 

La primera, en el número 168 de Herengracht, recibe este nombre por el color del gres de la fachada. Fue encargada por uno de los fundadores de la Compañía de las Indias Occidentales, entidad creada por un gran grupo de comerciantes holandeses para velar por sus intereses al otro lado del océano. 

La Casa Blanca fue proyectada por el arquitecto Philip Vingboons en 1638 y cuenta con el característico gablete en forma de cuello de botella, y con abundantes adornos y espirales. Lo más impresionante de la casa, sin duda, es la monumental escalera de caracol que va del sótano al granero, algo muy poco habitual.

Mediante la travesía del pasillo, se une esta casa con la espléndida Casa Bartolotti, en los números 170-172 de Herengracht. 

Te encuentras ante un ejemplo brillante de la arquitectura de Hendrick de Keyser. En este espléndido edificio, construido en 1618, se despliegan los elementos del Renacimiento Holandés en todo su esplendor. Además, en los laterales hay dos inscripciones en latín. “Por la capacidad y la constancia en el trabajo” y, en segundo lugar, “Religión y rectitud”. Estas dos máximas resumen muy acertadamente la ética calvinista de la época. 

El nombre de la casa es el que adoptó Van de Heuvel, un administrador de la Compañía de las Indias Occidentales. Su suegro, un calvinista de origen holandés se apellidaba Bartolotti, y el acaudalado comerciante decidió quedarse con su nombre. En la época, a inicios del siglo XVII, era, según dicen, la segunda fortuna de la ciudad, y ello debía quedar patente en la mansión. 

Los ladrillos rojos ensamblados con piedra blanca, los aguilones en relieve adornados con columnas, las volutas, las ventanas enmarcadas por pilastras o los obeliscos lucen en todo su esplendor en la fachada de la Casa Bartolotti, que con su belleza casi irradia luz sobre el canal, llamando la atención del viandante. 

Pero aquí no termina todo, porque si te parece que has quedado fascinado con el lujo y la belleza de estas dos casas, no olvides que la razón de este comentario es que alojan, en su interior, el Museo del Teatro. En él se conservan trajes, frescos, decorados, documentos, y algunas fotografías de artistas y estrellas de los años treinta.

A tanto lujo, detalle y ornamento, añádele un café a media tarde en la curva de Herengracht, disfrutar de un buen libro con ilustraciones sobre la historia del vestuario, o una buena conferencia sobre el humor en los textos dramáticos. Todo ello puedes hacerlo en la Casa Bartolotti, una forma de vivir un Amsterdam intelectual y lujoso que no está en el manual del clásico turista.

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