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Durante la Edad Media, la ciudad de Amsterdam se limitaba únicamente a lo que ahora es el centro histórico. Por aquel entonces, la llamativa construcción conocida ahora como De Waag era una de las puertas de entrada, la Puerta de San Antonio.
Un placa recuerda el día del inicio de su construcción, el 28 de abril de 1488, y su valor yace también en el hecho de que, junto con la Torre de la Moneda y la Torre de las Lloronas, es el único vestigio que queda en pie de la antigua muralla medieval. Si te fijas, verás cómo el carácter defensivo de la torre se revela en los agujeros para las armas que hay en todo el perímetro de las torres.
A finales del siglo XVI, la ciudad empezó a expandirse y se vivieron nuevos tiempos. Las murallas no eran necesarias, al menos en aquel lugar; por ello se derribaron y, como consecuencia, la Puerta de San Antonio se convirtió en un edificio intramuros.
Hacia 1614 todo un barrio estaba ya planificado alrededor de esta puerta, y en el entorno más cercano, se había construido una plaza en la que se celebraba un importante mercado, el Nieuwmarkt o Nuevo Mercado.
Obviamente, la puerta ya no era útil con su anterior función, y se decidió darle un nuevo uso. Así, entre las dos torres se agregó un techo, de lo cual resultó un edificio que iba a servir, a partir de entonces, como lugar donde las autoridades locales se encargarían de controlar y pesar las mercaderías de los mercados, ya que en aquel momento todavía no existían estándares internacionales.
Fue entonces, en el siglo XVII, cuando se bautizó el edificio tal como es conocido ahora, De Waag, cuya traducción del Neerlandés es “escala”, un término muy adecuado para el nuevo Peso Público.
Además, se dio un uso a las plantas superiores de la torre, que se adignaron a diferentes gremios: herreros, pintores, albañiles y cirujanos. En este último se podía asistir a disecciones humanas después de haber pagado entrada. En la sala del gremio de cirujanos, además, Rembrandt pintó una de sus obras más famosas: Lección de Anatomía del profesor Tulp. La entrada del gremio de los albañiles fue decorada por el prestigioso arquitecto Hendrick de Keyser.
Otra vez tocó el relevo, y a finales del siglo XVIII se disolvieron los gremios, con lo cual el Waag quedaba vacío. El pragmatismo holandés no lo permitió, y en seguida se le dieron otros usos al majestuoso edificio: desde sede de bomberos y museos hasta, en la actualidad, oficina principal de la Sociedad Waag de promoción sociocultural y, cómo no, un concurrido café.
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