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Historia

Historia (1)

La ciudad de Lisboa ha conocido en su historia la grandeza de las conquistas en ultramar, ha sido un punto de encuentro comercial y cultural de fama en el mundo entero, pero también ha vivido las miserias traídas por devastadores terremotos, de los que ha sabido reponerse con sabios proyectos. 

En la actualidad, la capital lusa, con sus calles y sus plazas con sabor a pasado, mira hacia el futuro, buscando su camino como nueva capital europea, económica, tecnológica y culturalmente hablando. 

Sobre los inicios de Lisboa existe una leyenda que recogió el poeta Luis de Camões en Os Lusíadas, la epopeya nacional de los portugueses, escrita durante el siglo XVI. En ella, se cuenta que el héroe Ulises fundó Lisboa en su regreso a casa después de haber finalizado la guerra de Troya. 

Al margen del mito, históricamente descubrimientos arqueológicos han revelado que los fenicios, hacia el 1200 a.C., establecieron un puerto comercial en el lugar donde ahora se alza la ciudad. Geográficamente, el estuario del Tajo era idóneo como punto de provisión de víveres para los barcos fenicios que realizaban sus rutas comerciales. 

Algunas teorías especulan con que el nombre de la ciudad nació en esta época como Allis Ubbo, cuyo significado en fenicio era “Puerto Seguro”. Otras, sin embargo, dicen que la palabra Lisboa surge del antiguo nombre del Tajo: Lisso. 

Después de las Guerras Púnicas, los romanos arrebataron a Cartago su bien más preciado, Hispania. Lisboa pasó a estar bajo dominio del Imperio Romano. El punto álgido lo vivió al ser gobernada por Julio César, en el 60 a.C. 

Pero con la caída del Imperio, alanos, suevos y visigodos fueron algunos de los bárbaros que dominaron la ciudad, trayendo un acusado declive.

El florecimiento de Lisboa llegó de nuevo con la conquista de los árabes, en el año 711, que se extendió durante 450 años. Mezquitas, casas y muros de la ciudad fueron algunas de las construcciones que realizaron. Pero, sobre todo, su mayor logro fue convertir a Lisboa en un relevante centro comercial.

Algunos vestigios de la época musulmana los puedes adivinar en la parte vieja de la Alfama (con un nombre derivado del árabe: Al-Hamma) o, incluso, en el Castelo de São Jorge, que domina la ciudad. 

Pese a que los vikingos hicieron varios intentos de invasión en los siglos IX y X, Lisboa no cedió a nadie hasta el periodo de la Reconquista. 

Así, en 1147, Afonso Henriques, liderando a caballeros ingleses, franceses, alemanes y portugueses, consiguió expulsar a los musulmanes y se convirtió en el primer rey de Portugal. 

Con la clara intención de restablecer el cristianismo en la capital, construyó una nueva catedral sobre la antigua mezquita y trasladó desde el Algarve a los restos de San Vicente, que sería, a partir de entonces, el patrón de la ciudad. 

Debido a su estratégica localización en el país, Lisboa se convirtió, en 1256 y con Afonso III como rey, en la capital de Portugal. Éste sería el punto de partida para una futura época de prosperidad económica y notoriedad en el contexto mundial, debido a su impresionante expansión ultramarina. 

En el siglo XIV la ciudad se extendía hacia el río, se convirtió en un foco cultural y se creó la Baixa, a los pies del castillo. Aunque a finales de ese siglo los brotes de peste desestabilizaron la economía y afectaron gravemente a la población, el Siglo de Oro para la ciudad estaba a la vuelta de la esquina. 

Fue en 1497, con la partida de Vasco da Gama a ultramar, cuando se inició la era conocida como la de los descubrimientos, una auténtica época dorada en la que Lisboa se convirtió en una ciudad de primerísimo orden. 

Vasco da Gama abrió la ruta marítima hacia la India y, con ella, se obtuvo riqueza con el comercio de especias, metales, etc. Después de él, otros muchos descubridores pioneros surcaron océanos y descubrieron nuevas tierras y nuevos productos con los que comerciar. El rey Manuel I supo transformar arquitectónicamente ese esplendor y se gestó el estilo manuelino, que se revela en los grandes monumentos como la Torre de Belém o el Monasterio de los Jerónimos. 

La ciudad creció, se crearon nuevos distritos residenciales para los numerosos comerciantes que se trasladaban a la capital, y se instaló el palacio real en la nueva plaza Terreiro do Paço, actualmente llamada Praça do Comerço. 

A finales del siglo XVI, Portugal perdió a su joven rey Sebastião I en su intento por invadir Marruecos, y la ausencia de herederos llevó a los españoles a ocupar Portugal en 1580. El español Felipe II se olvidó de Lisboa como capital y puso su gobierno en manos de un virrey. En 1640 los españoles fueron expulsados. 

A inicios del siglo XVIII, con João V en el poder, se inició un programa de edificaciones con la intención de recuperar el antiguo esplendor de la ciudad. Este proyecto, sin embargo, se vio truncado por un episodio que marcó dramáticamente la historia de esta ciudad: el desolador terremoto de 1755. Casi el 85 por ciento de Lisboa quedó totalmente destruida, y miles de personas murieron sepultadas por los escombros. La ciudad tendría que remontar prácticamente de cero. 

En este contexto, el rey José I y su primer ministro, el marqués de Pombal, hicieron historia. Con un proyecto de reconstrucción sin precedentes, nació una nueva y majestuosa ciudad. Sin embargo, la faraónica obra no fue terminada, ya que después de la invasión napoleónica, en 1807, la familia real huyó a Río de Janeiro, que se convirtió temporalmente en la capital del imperio, dejando hundirse a Lisboa. 

En el siglo XIX la industrialización y el crecimiento económico fueron la tónica dominante. En 1908 cayó la monarquía, con el asesinato del rey, y se instauró la República. Sin embargo, estaba por llegar el largo periodo de dictadura de António de Oliveira Salazar, que llevó a cabo un largo proceso de modernización de la ciudad.

La ejemplar revolución militar pacífica de 1974, la Revolución de los Claveles, puso fin a la dictadura de Salazar, e inició un proceso de euforia y cambios políticos que han llevado a la ciudad a convertirse en lo que hoy es. 

Formando parte de la Unión Europea, Lisboa es actualmente una ciudad de prestigio, una capital cultural europea que alojó en 1998 la Exposición Universal, y que sigue marcada históricamente por su historia marítima. 

Cosmopolita, moderna, aunque con el toque del encanto de antaño, Lisboa no tiene intención de pasar desapercibida. Sin duda, quiere y puede seguir haciendo historia. 

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