60 kilómetros de acueducto abastecieron de agua a la ciudad de Lisboa entre 1730 y 1880, aproximadamente. Hoy se puede visitar esta colosal obra de ingeniería civil al noroeste de Lisboa. 

Eso sí, no hace falta calzarse las botas de excursión, ya que no son 60 los kilómetros que tendrás que caminar. La parte que se puede visitar de esta impresionante estructura del Valle de Alcantara, declarada Monumento Nacional en 2002, representa solamente un pequeño fragmento del sistema completo. 

En el siglo 18, la única zona con agua potable de la ciudad era la Alfama. Éste fue el pretexto perfecto para el rey Joao V para entregarse de nuevo a su obsesión por los proyectos faraónicos. 

El acueducto está sostenido por 35 arcos, aunque la parte más visible, la que cruza el Valle de Alcantara, la componen 14 arcos, el más alto de los cuales eleva la estructura hasta 65 metros de altura. Numerosos arquitectos e ingenieros militares participaron en su construcción. Entre ellos, destacan los nombres de Manuel de Maia y Carlos Mardel, ya que fueron, con posterioridad al terremoto de 1755, dos de los artífices principales del proceso de reconstrucción de Pombal. 

Para financiar esta gigantesca obra, se aplicó un impuesto especial sobre el vino, el aceite de oliva y la carne. Aunque mirándolo resulta imposible creer que algo tan imponente se haya construido a base de vender lechón, cerdo o un buen filete. 

Te recomendamos que contactes previamente con el Museu da Agua para concertar una excursión para visitar los arcos y ver la vía peatonal que recorre el acueducto. Y sobre esta vía, una anécdota algo macabra: en 1853 se cerró al público este camino, ya que el malvado bandido Diogo Alves asaltaba y arrojaba a sus víctimas al vació, convirtiendo un agradable paseo de tarde en una historia trágica. 

Pero esto forma parte del pasado, así que, sin miedo a los bandidos, podrás disfrutar en este marco incomparable de un paseo para recordar.