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Obras

Obras (27A)

Lo cierto es que El Prado contiene tal cantidad de obras maestras que te será imposible hacerles justicia con una sola visita. Y es que ningún museo o institución en el mundo alberga tantas obras de Velázquez, Goya, Tiziano, Tintoretto, Veronés, El Greco, Patinir y Rubens. 

Es probable que la disposición de las salas con la nueva ampliación, varíe considerablemente, por lo que te recomendamos adquieras uno de los útiles folletos que reparten en la entrada del museo. En él te será más fácil encontrar la disposición de los cuadros y de las diversas escuelas pictóricas que se exhiben en este museo. 

Con todo, como en cualquier mueso, hay un listado de diez obras que no te puedes perder. Aunque te parezca ridículo, te recomendamos que las busques y así, mientras vas tachando de esta lista los cuadros que te recomendamos, aprovechas para hacer una visita bastante completa. Sabemos que no lo vas a poder ver todo, pero queremos que te quede la sensación de que has podido ver lo más importante. 

Así, empezando por el diez y subiendo, está la afamada obra de Fra Angélico, “La anunciación”, pintada hacia 1426. Esta obra significó un planteamiento formal revolucionario en una época en la que la pintura dejaba de ser gótica para convertirse en renacentista. El refinamiento delicado que imprime este monje-pintor en todos los detalles del cuadro hace que puedas pasarte horas frente este retablo, contemplando la belleza y religiosidad con la que el artista pinta diversos episodios de la virgen María. 

A continuación, acércate a admirar el retrato de El Cardenal, pintado aproximadamente en 1510 por Rafael, conocido pintor renacentista. En este retrato de medio cuerpo, Rafael hace un verdadero estudio psicológico de un joven cardenal sin identificar, plasmando a través de la mirada del personaje su personalidad compleja y distante. Aunque el cuadro no es tan famoso como la Mona Lisa, probablemente te resulte igualmente perturbador y enigmático. 

Tu visita necesariamente debe seguir con “El Descendimiento” obra cumbre del, pintor flamenco Roger van der Weyden. Se trata de una representación dramática y detallista del  momento en que descienden al cristo moribundo de la cruz. Tal es el nivel de expresividad del conjunto, que el cuadro está considerado como un hito en la historia del retrato religioso. Si te fijas en la cara de la virgen, desmayada por el dolor, te darás cuenta que no es ninguna exageración esto que te estamos contando. 

A continuación, uno de los cuadros más fascinantes y delirantes de todo el Prado. Nos referimos al tríptico  “El jardín de las Delicias” obra del autor flamenco Hieronymus Van Aeken, más conocido como El Bosco.  El cuadro es una representación onírica y casi surrealista del mítico primer jardín, y ejemplifica a la perfección eso que los críticos conocen como horror vacuo, es decir, miedo a dejar vacío el cuadro y no poder llenarlo con acciones o personajes. En este sentido, cada milímetro de la obra se llena de personajes fantasiosos y de extrañas criaturas simbolizando muchos de los clásicos y recurrentes temas bíblicos. El cuadro, en ese sentido, agota de tantas cosas que te quiere contar. Si conoces la obra surrealista de Salvador Dalí, comprobarás de donde pudo sacar algunos de sus temas más recurrentes. 

Llegamos a la mitad de la tabla con una de las obras más solemnes del pintor de la escuela veneciana Tiziano. Hablamos del retrato ecuestre “Carlos V en la batalla de Mülberg”. El cuadro, por su realismo y a la vez por un impresionante juego de alusiones simbólicas está a la altura del personaje retratado. Pensemos que Carlos V fue el emperador más importante de su época, y el resultado de este retrato no era baladí. El virtuosismo del uso de la luz y los colores, además del verismo en la porte y en el rostro del emperador, hacen de este cuadro un caso excepcional, un auténtico punto de inflexión en la obra del genial Tiziano. 

“El caballero de la mano en el pecho” es otra de las obras que te destacamos, y ya van seis. Obra de Domenicos Theotocópoulos, mundialmente conocido como el Greco, se trata del retrato de Juan Silva de Silveira, caballero de Calatrava y conde de portalegre. Frente a ti puedes ver el prototipo de retrato castellano. La elegancia, la austeridad, y la sobriedad de esta obra contrasta con los retratos de otras escuelas más ampulosas, como la italiana, o más detallistas como la flamenca. Aún y así, desde esa mínima expresión, el Greco es capaz de captar la nobleza y la personalidad de este importante personaje. El Greco sabe explicar mucho con muy poco, y es ese uso soberbio del color y la luz lo que nos hace pensar que hemos hecho bien en recomendarte esta obra.

Te queda poco para acabar este recorrido, y no podíamos olvidarnos de un pintor tan conocido como Rubens y su mítica obra “Las tres gracias”. El cuadro de temática mitológica, exhibe  a las hijas de Zeus y Eurymone, las jóvenes y agraciadas Aglae, Eufrósine y Talía, nombres que en griego significan la deslumbrante, la gozosa y la floreciente. No nos detendremos en pormenores pictóricos porque la grandeza de la obra en este caso salta a la vista, pero nos gustará recalcarte como las tres mujeres de tamaño voluptuoso fueron en su día referente estético de belleza y carnalidad. Y es que en el siglo XVII, la belleza tenía mucho que ver con las mujeres de formas abultadas.

Entramos ahora en las tres obras imperdibles que te proponemos desde Play&Tour para ayudarte en tu visita por el Prado. Suponemos que a estas alturas, te estás preguntando dónde están las obras de Goya y de Velázquez. Hablemos de “las lanzas” o “la rendición de Breda” de Velázquez, el “retrato de la familia de Carlos IV” de Goya, y por supuesto, “las meninas”, obra cumbre del genial Diego de Velázquez. 

Déjanos empezar con Goya, y su retrato de La Familia de Carlos IV. De Francisco de Goya tienes suficientes cuadros en todo el museo para que puedas trazar una trayectoria estilística y así darte cuenta sin que nosotros te lo expliquemos, que en efecto esta es una de sus obras cumbres. La luz, el color, la composición, y lo más importante, el sentido naturalista de la obra confieren a esta obra el estatus de obra cumbre en la historia del retrato universal. En ella Goya no sólo retrata a la familia del monarca Carlos IV, sino que profundiza en sus personalidades y en las propias relaciones de poder del reino. 

El prodigioso sentido de verdad que insufla Goya a cada uno de los personajes ha forzado algunas interpretaciones que dicen que lo que Goya realmente pretendía era hacer una caricatura de la familia, lo cual es del todo falso. No es que Goya los pintara feos o poco majestuosos; es que los reyes de entonces eran así. 

Acabaremos, por fin, hablando de Velázquez y de las dos obras que te hemos comentados. Al igual que con Goya, te recomendamos que busques, compares y encuentres tu obra favorita, pues en pocos museos encontrarás tanta pintura del que fuera pintor de Corte de Felipe IV. 

A nosotros nos apasiona “la rendición de Breda” por la épica de la temática y la acción que transmite el cuadro. En efecto, la composición de los personajes principales y secundarios y la verticalidad de las lanzas dan la sensación visual de puro movimiento, y aunque te parecerá exagerado esto que te vamos a comentar, el cuadro está compuesto de manera absolutamente cinematográfica, de forma que si un hipotético director chillara ¡acción!, no te costaría nada imaginar como discurriría el conjunto de la escena. 

Finalmente, ya sí, acabamos el Prado con su obra, si no más importante, al menos la más conocida. Nos referimos a “las meninas” de Velázquez, obra de 1656 en la que el artista retrata a la infanta Margarita junto con un grupo de personajes entre los que destaca el propio pintor. El cuadro es ciertamente famoso por lo que cuenta, pero sobre todo destaca por lo que no cuenta o no deja ver. Quizás lo más moderno e inquietante de esta obra sea adivinar cuál es el verdadero cuadro. Es decir, Velázquez, a la izquierda, está haciendo un retrato a los reyes Felipe IV y Mariana de Austria, que estarían situados donde ahora estás tú, frente al cuadro. Puedes verlos reflejados en el espejo, al fondo de la sala. Pero en realidad, el artista quiso retratar una escena de la vida cotidiana de la corte jugando con realidad y apariencia, incluyendo un autorretrato e incluso al propio espectador. Esta obra da mucho que hablar y se han escrito libros completos intentando descifrar su complejidad. Incluso existen teorías que explican que es una obra llena de acertijos astronómicos y que la colocación de los personajes corresponde fielmente a una constelación de estrellas llamada Margarita Coronae.

Llegados a este punto, debemos felicitarte si has recorrido todas las salas del museo y si has podido contemplar con atención aquellas obras que te hemos recomendado. Si no ha sido así, te felicitamos igualmente, pues nos encanta cuando alguien entra en un museo sin un plan predeterminado y disfruta de la visita con calma, ajeno a cualquier tipo de prisas.

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