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Palacio Real de Madrid

Palacio Real de Madrid (6)

El palacio Real de Madrid es el mayor palacio de Europa Occidental, ocupando una extensión de 135.000 metros cuadrados. Además, es el palacio mejor conservado de toda Europa. En sus más de 3000 habitaciones podrás ver tesoros y obras de arte de valor incalculable. El Palacio Real exhibe la historia de la España más esplendorosa, y al ver sus estancias te convencerás de que aquí habitó en su tiempo, la monarquía más importante del mundo. 

El origen del palacio real se remonta al siglo 9. En plena ocupación musulmana, el Emir cordobés Muhammad I mandaría construir una fortaleza defensiva. Cuando Alfonso VI conquista la ciudad dos siglos después, convierte el primitivo castillo musulmán en un alcázar. Felipe II será quien traslade finalmente la corte española a este Real Alcázar. Pero un espectacular incendio en la nochebuena de 1734 acabaría destrozando el edificio original por completo.  

Con la llegada de la dinastía borbónica, Felipe V se propone construir un nuevo palacio en los mismos terrenos donde se levantaba el alcázar. 

El primer arquitecto en hacerse cargo del proyecto fue el italiano Filippo Juvarra, que proyectó un palacio dos veces mayor que el de Versalles, aunque murió antes de poder plasmarlo en los planos. 

En 1736 se adjudicó la obra al arquitecto Juan Bautista Sachetti. A sus órdenes trabajaron otros arquitectos destacados como Ventura Rodríguez o Francesco Sabatini. 

La primera piedra del palacio se colocó un 6 de abril de 1738. 

En su construcción se utilizaron piedra berroqueña de Guadarrama, piedra caliza de Colmenar y ladrillo. Por miedo a nuevos incendios, se descartó el uso de materiales inflamables como la madera. De ahí el aspecto robusto, y por qué no, duro, que presenta en la actualidad el edificio.  

El resultado fue un monumental palacio de tres plantas y cuatro entreplantas con una fachada de dimensiones considerables; 130 metros de lado por 33 de alto. 

La planta principal, desarrollada por Sachetti, conserva la forma tradicional española de patio central rectangular, casi cuadrado con fuertes salientes en los ángulos. 

La fachadas están inspiradas en las que realizó Bernini para el Museo del Louvre en 1665 y el gusto afrancesado del conjunto es evidente. El alzado de las fachadas consta de dos cuerpos: un zócalo almohadillado y un cuerpo superior de orden jónico con gigantescas pilastras, rematados por cornisa y balaustrada.  

La construcción de este fastuoso palacio se prolongó durante un cuarto de siglo. Así, Fernando VI sólo pudo ver acabada la cubierta externa. Y es que los lujosos interiores y la minuciosa decoración del complejo, demoraron sobremanera las obras del edificio. Finalmente, en 1764, el rey Carlos III puede entrar a vivir en el nuevo palacio. 

El interior del edificio es suntuoso como pocos, y su riqueza es evidente. Goya, Mengs, Tiépolo, Giaquinto, entre destacados artistas de todas las épocas, decoran con sus lienzos y frescos muchas de las estancias. 

Te recomendamos que realices una de las muchas visitas guiadas por el palacio. Así podrás apreciar con detalle la infinidad de piezas artísticas e históricas que luce este verdadero museo-palacio. Claro que si prefieres pasear sólo y perderte por sus infinitas dependencias, deja que te propongamos  un pequeño recorrido por los lugares más emblemáticos. 

Empezaremos pues, por el salón de Gasparini. Éste es uno de los salones más famosos del palacio, que se conserva prácticamente intacto desde el reinado de Carlos III. Era el lugar donde el Rey se vestía en presencia de la corte según la costumbre de la época. Su refinada decoración estilo rococó es obra de Matías Gasparini -de ahí el nombre del salón-. Con sus ciento cincuenta metros cuadrados es uno de los mayores habitáculos del palacio. En su decoración te divertirá el reloj situado sobre la chimenea, con autómatas vestidos a la moda del siglo XVIII que bailan cada hora, al son de un pastor que toca la flauta. En esta instancia moriría en 1788 el monarca Carlos III, de ahí que las paredes exhiban flores de lis, el símbolo de la familia Borbón. 

Tu visita debería seguir por la Saleta de Porcelana. Las paredes y el techo de esta estancia están completamente recubiertos de placas de porcelana ensambladas de tal forma que sus uniones quedan disimuladas. La saleta se decoró entre 1765 y 1770 atribuyéndose esta proeza del rococó decorativo a José Gricci, Genaro Boltri y Juan Bautista de la Torre. La sala se dedicó a Baco, dios del vino, y fue utilizada principalmente como fumadero.  

Más adelante te vas a encontrar con el famoso salón de los espejos, usado como tocador de la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV. Los grandes espejos que dan el nombre al salón están guarnecidos en oro y azul, rodeados de estucos en colores sobre fondo blanco y con motivos vegetales. La habitación, rematada con zócalos de mármol rosado es de estilo neoclásico. 

A lo largo de tu visita, tampoco deberías perderte el Salón del Trono, probablemente el espacio más importante de todo el conjunto palaciego. Conocido en el siglo XVIII como "Salón de Embajadores " o "Salón de Reinos" conserva intacto el aspecto y la decoración que tuvo durante el reinado de Carlos III. 

El salón lo presiden dos tronos con las efigies de los actuales reyes de España. Toda la estancia está tapizada en terciopelo rojo con orlas rococó de plata dorada traídas desde Nápoles. A ambos lados del trono se sitúan cuatro leones de bronce dorado realizados para Felipe IV. 

Las arañas que iluminan este salón están realizadas en plata y compuestas por cuentas de cristal de roca tallado engarzadas con hilos de plata. En la bóveda destaca la espectacular alegoría del pintor italiano Tiépolo que representa "La Grandeza de la Monarquía Española".

Claro que si lo que quieres es ver es aún más lujo y opulencia, en el comedor de gala es donde te vas a encontrar con la estancia más fastuosa del palacio. ¡Puro derroche absolutista!  

El comedor es una exhibición de tapices flamencos, jarrones chinos y franceses, y estuco dorado en las pareces. Fue construido en 1879, durante el reinado de Alfonso XII, a partir de la unión de una serie de pequeños aposentos. Veinticinco arañas de cristal iluminan una majestuosa mesa en la que caben 144 comensales. 

La sala es utilizada habitualmente por los monarcas para los banquetes de estado y para agasajar a los jefes de estado de visita por nuestro país. Su gran dimensión, su estilo recargado y su perfecto estado de conservación evocan los grandes festines de los monarcas de antaño. 

Si eres uno de los afortunados a los que invitan a esta suntuosa sala, tendrás el privilegio de comer en una de las cuberterías más exquisitas del planeta, sobre lujosos butacones y una finísima mantelería, y bajo un techo decorado con frescos en los que Cristóbal Colón anuncia a los Reyes Católicos el descubrimiento de América. Sin duda, todo un festín palaciego para figuras privilegiadas. 

Pero el lujo del palacio no acaba con los fastos del salón de gala. Ya se trate de relojes, libros, instrumentos musicales, tapices, armaduras o medicamentos, el palacio conserva algunas de las mejores colecciones decorativas del mundo. Pensarás que nos repetimos, pero de veras que no exageramos. Los objetos repartidos a los largo del palacio son únicos y su valor es incalculable.  

Así, en numerosas salas vas a disfrutar con la mayor colección de relojes del mundo. Esto se debe al afán coleccionista del monarca Carlos IV. Algunos de los ilustres relojes que se conservan son “el Calvario” del siglo 17, uno de los más antiguos del planeta, o los valiosísimos relojes rococó del relojero suizo Jacquet Droz.

Nuevamente, los tapices que decoran el palacio -muchos de ellos expuestos en el salón de gala- configuran la principal colección de tapices del mundo. De todos, no dejes de ver los fabricados en Bruselas y en la Real Fábrica de Santa Bárbara a partir de cartones de Francisco de Goya.  

Seguiremos con la Real Armería de Palacio, considerada junto a la imperial de Viena como una de las dos mejores del mundo. Aquí vas a ver armas y armaduras del siglo 15 en adelante. Si te gustan los cuentos de caballerías, te resultarán interesantes las piezas de torneo realizadas para el emperador Carlos V y para Felipe II por los principales maestros de Milán y de Augsburgo. 

Entre las piezas más llamativas sobresale la armadura que Carlos V empleó en la batalla de Mühlberg, y con los cuales fue retratado por Tiziano en el famoso retrato ecuestre del Museo del Prado. 

Como te mencionamos, el listado de colecciones es extenso y probablemente inabarcable. Para acabar te hablaremos de una de nuestras colecciones favoritas. El palacio alberga la colección más importante del mundo de instrumentos de cuerda Stradivarius, encabezada por el mítico quinteto de Stradivarius Palatinos. Musicalmente hablando, estás ante los violines y violonchelos más apreciados de la historia. 

Estos instrumentos son tan exclusivos que nadie se atreve a darles un valor preciso; se habla de miles de millones. Sólo los grandes genios de la música están autorizados a utilizar estos violines y violoncelos, y en contadas ocasiones, normalmente en el vecino Teatro Real. 

Adyacente al patio exterior podrás entrar en la farmacia real. Este espacio singular acoge una destilería y un laboratorio de alquimia reconstruido para lucir como en la época de Alfonso XII. Dentro verás tarros de cerámica de Talavera, alambiques de cobre y morteros. Se conservan los libros con los tratamientos que fueron proscritos a los miembros de la familia real y baúles de cuero con los medicamentos que acompañaban a los reyes siempre que viajaban al extranjero. 

El Palacio Real es, como ya te habrás imaginado, uno de los grandes tesoros de la corona.  Ubicado en una de las más hermosas plazas de Madrid, la familia real lo utiliza únicamente para celebraciones de Estado diversas, tales como cenas de gala, almuerzos, recepciones oficiales, o entregas de premios. El resto del tiempo permanece abierto para que visitantes como tú, paseen y lo disfruten.

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