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Paseo del Prado

Paseo del Prado (26)

Entre la fuente de la Cibeles y la estación ferroviaria de Atocha discurre el Paseo del Prado, una elegante avenida madrileña con la mayor concentración de obras de arte del mundo. En el paseo te encontrarás con más de una treintena de monumentos y museos, entre los que destacan el Centro de Arte Reina Sofía, las colecciones del museo Thyssen-Bornemisza y como no, el Museo del Prado. 

Pero este moderno boulevard decimonónico, fue en un principio, un sencillo prado agreste situado a las afueras de Madrid. 

En 1570, una vez la corte se instala en Madrid, Felipe II decide reorganizar los prados de San Jerónimo y de Atocha. El monarca quería convertir el viejo prado de extramuros, en un lugar de recreo para los madrileños. 

No fue hasta el reinado de Carlos III que se urbanizó el espacio y se acondicionó la zona para convertirla en una de las principales vías de la ciudad. 

El Salón del Prado, como se llamó a esta gran reforma, fue obra del ingeniero José de Hermosilla y el Arquitecto Ventura Rodríguez, bajo supervisión del conde de Aranda. 

Los trabajos se iniciaron en 1763, y acabarían convirtiendo esta zona salvaje y profusamente arbolada en un paseo barroco con jardines, glorietas, fuentes y palacios. 

Para ello, primero se tuvo que cubrir el arroyo Valnegral, que discurría a través del Prado. Se edificó una mina que encauzaba las aguas desde la puerta de Recoletos hasta la puerta de Atocha, de punta a punta del actual paseo del prado. 

Después, se tuvo que alisar el terreno. El ingeniero José Hermosilla niveló los terrenos del prado dividiéndolos en tres grandes zonas, llamadas de San Fermín, San Jerónimo y de Atocha. 

Una vez acabado el Paseo -aún conocido como Salón del Prado- no tardó en convertirse en una de las zonas favoritas de la aristocracia y de las clases adineradas de la ciudad. 

El Salón tenía tres zonas o tres vías de paso, que se llenaban en función de la clase social correspondiente. 

Los ricos y la gente distinguida paseaban por la zona más amplias y despejadas, cerca de los coches. El pueblo llano paseaba por la arboleda próxima a San Fermín. Por ultimo se acondicionó un estrecho espacio limitado por una serie de bancos que daban al paseo de carruajes. Este lugar se llamaba popularmente el París, por estar reservado a la más selecta y altiva concurrencia. 

El Salón del Prado fue uno de los puntos de reunión favoritos de los madrileños en los reinados de Fernando VII y de Isabel II. Pero la zona acabó abandonada cuando en 1904, el Marqués de Lerma, alcalde de Madrid, decidió transformar el Salón del Parado en zona ajardinada.  

En la actualidad el paseo del Prado atrae a millones de turistas, y motivos no le faltan. El Casón del Buen Retiro, la Real Academia Española de la Lengua, el Jardín Botánico, Cibeles, Neptuno y un sin fin de monumentos, estatuas, palacios y museos hacen que este paseo concentre todo el Madrid más esplendoroso y sofisticado. 

Y es que, seguramente hoy estés escuchando esta guía, porque hace algún tiempo, algún monarca inteligente pensó en construir un Paseo como el del Prado.

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