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Chrysler Building

Chrysler Building (76)

Si te encuentras en la esquina de la Avenida Lexington con la calle 42, prepárate para descubrir una impresionante obra maestra del art déco: el Chrysler Building. Un deslumbrante edificio, considerado, por muchos, la estrella de los rascacielos neoyorquinos.

Diseñado por Williamn Van Alen, financiado por el multimillonario Walter Percy Chrysler y construido entre los años 1928 y 1930, este edificio es carismático no sólo por su impacto visual y su riqueza interior, sino también por la proeza que rodea su nacimiento.

Los hechos se remontan al año 1930, cuando la ciudad asistió a un épico duelo por conseguir levantar el edificio más alto del mundo. Para lograrlo, era preciso superar los 241 metros del neoyorquino Woolworth Building y los 312 metros de la Torre Eiffel. Aceptaron el reto el Bank of Manhattan y el Chrysler Building.

Al principio todo apuntaba a que el Banco de Manhattan ganaría la batalla, al superar la altura que se había proyectado para el edificio Chrysler. Pero Van Alen, el arquitecto del Chrysler Building, reaccionó inteligentemente y se llevó la victoria. ¿Cómo lo hizo? Despuntó sobre el piso 65 una cúpula plateada formada por varios arcos superpuestos. Arco tras arco, el edificio fue creciendo de forma sorprendente hasta que, en el último momento, y en tan sólo 90 minutos, alcanzó los 319 metros al ser colocado el Vértex del edificio: una majestuosa aguja de acero de 60 metros y 30 toneladas, diseñada en secreto por Van Alen en el interior del mismo edificio y subida de una sola pieza hasta la cima de la torre. Entonces sí: el Chrysler Building había ganado el duelo, al coronarse el edificio más alto del mundo. Con sus 77 pisos, fue inaugurado el 27 de mayo de 1930. Un triunfo que, sin embargo, saboreó durante muy poco tiempo, ya que el año siguiente el Empire State Building marcó un nuevo récord de altura: 381 metros.

Hoy, el edificio Chrysler se ha convertido en todo un referente arquitectónico a nivel mundial y en un magnífico ejemplo del estilo art déco, originado en Europa pero de gran aceptación en Estados Unidos.  Es una obra arquitectónica con una enorme fuerza visual, tanto por la riqueza de sus formas, como por los materiales empleados. 

De su forma destaca la espectacular cúpula con sus ventanas triangulares y de su material sobresale el acero empleado, que es un tipo de acero especial llamado Nirosta, que refleja los rayos del sol de una forma única. 

Casi 4 millones de ladrillos y aproximadamente 30.000 toneladas de acero y 20 millones de dólares hicieron falta para levantar este colosal edificio.

Como curiosidad, fíjate en el piso 30, es el único que carece de ventanas. En su lugar hay una pared con ladrillos bicolor que dibujan un coche, con sus ruedas, sus tapacubos metálicos y su guardabarros. Las esquinas están decoradas con inmensos tapones de radiador de automóviles Chrysler, inspirados en las alas del casco del dios Mercurio, el veloz mensajero de Júpiter.  Y en el piso 61 son 8 cabezas de águila, diseñadas por Chesley Bonestell, las que decoran las esquinas. Elemento que decora también varios modelos de chrysler como el capó del célebre Playmouth de 1929. 

No es por casualidad. Walter Chrysler, promotor del proyecto, quería que el edificio fuera un homenaje a su gran pasión: los automóviles. Y la verdad es que el arquitecto Van Alen lo consiguió de forma magistral.

Cuando hayas acabado de admirarlo por fuera, te animamos a descubrirlo por dentro. Aunque lamentablemente el Chrysler Building no se puede visitar al completo, sí que se permite la entrada en el vestíbulo. Una pequeña visita, que merece enormemente la pena. Por su magnifico estado de conservación y por su fascinante decoración, te animamos a descubrir las formas que recuerdan las partes de un automóvil que hay escondidas por todo el vestíbulo.

Su elegante diseño triangular, con entradas y salidas a los lados, te dará la bienvenida al más puro estilo art déco, caracterizado por usar formas geométricas simples combinándolas en composiciones dinámicas.  Paredes de mármol rojo marroquí, suelo color siena, molduras de ónice y mármol azulado. Y, en el techo, un enorme mural pintado por Edward Trumbull, que rinde tributo al progreso, la habilidad manual, la energía y los transportes.

Antes de irte, no te pierdas los ascensores. 32 fascinantes obras de arte todas diferentes, que destacan por sus trabajadas puertas hechas a base de 8 variedades de madera procedente de distintos rincones del mundo como Cuba, Inglaterra o Japón. En su época fueron los más veloces, 300 metros por minuto.

Si se permitiera subir a uno de ellos y llegar hasta la aguja del edificio, descubrirías la lujosa suite de Walter Chrysler. Y, en el piso inmediatamente inferior, podrías admirar una majestuosa sala de reuniones diseñada al más puro estilo ard decó. Y es que, desde mediados de los años 50, la Chrysler Corporation trasladó aquí sus oficinas. Pero antes fue un mirador público decorado con planetas y estrellas y lámparas con forma de Saturno que más tarde, se convirtió en restaurante. Aunque desde hace tiempo es sede del Cloud Club, el famoso club de los magnates estadounidense y del que se cuentan muchas excentrididades.

Si el vestíbulo no es suficiente para ti y quieres ver más, siempre puedes hacer como los “cazadores de lugares secretos de New York” que aseguran que vale la pena pedir una cita con un dentista que tiene su consultorio en uno de los pisos más altos, para ser atendidos contemplando una fantástica vista de Manhattan.

En 1976 fue declarado Monumento Histórico Nacional por la UNESCO.

Y como curiosidad importante te diremos que Sr. Chrysler, no pagó al arquitecto por su trabajo, porque sospechaba que cobraba comisiones de proveedores y contratistas.

Se dice que William van Alen no pudo superar tan duro golpe y que provocó su muerte al poco tiempo.

Ha salido en un montón de películas como Armagedon, Godzilla, Los 4 fantásticos, La hoguera de las vanidades...y seguramente saldrá en un montón más, quizás de las escenas destacamos la que Spiderman se acurruca sobre una de las águilas apenado por el asesinato de su tio.

Una última recomendación: ven a visitarlo al atardecer, cuando los últimos rayos de sol resplandecen sobre su aguja de acero.

Han pasado los años y el Chrysler continúa brillando, más orgulloso que nunca. Y ahora disfruta tú de uno de los rascacielos preferidos por los neoyorquinos y por el mundo entero.

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