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Impresionante ¿verdad? ¿Quién te iba a decir que tras un edificio así de simple se escondía un interior tan deslumbrante?
Y es que el Monasterio de San Benito, pese a su exterior austero, ofrece a todo aquel que se acerca una experiencia única: la visita a una joya del barroco colonial, no tan solo de la ciudad de Río, también de todo Brasil.
Ilustrado hasta finales del siglo XIX en pinturas y mapas cartográficos, fue en su día un destacado punto de referencia por su ubicación en lo alto de la colina, especialmente para aquellos navegantes que se aproximaban desde alta mar a la costa de la ciudad.
La construcción del monasterio data de 1590, cuando dos nobles portugueses, Diogo de Brito y Lucerda y su padre Manoel de Brito, donaron estas tierras de la recién fundada ciudad de San Sebastián, a los monjes benedictinos de Bahía.
Los monjes fueron los encargados de erguir este rincón de paz, oración, silencio y trabajo en pleno centro de la gran metrópolis, siendo así uno de los mayores proyectos de edificación que tuvo la ciudad en el siglo XVII.
Su exterior moderado e incluso prudente a la hora de introducir algún elemento llamativo se relaciona con el Renacimiento Tardío, en un estilo conocido como Manierismo Portugués. Las torres acabadas en pirámides, las líneas rectas y bien marcadas, la ausencia de ornamentación más allá de los azulejos en las paredes típicos del estilo decorativo portugués y el diseño geométrico del suelo de la galería de acceso que puede recordarte a la famosa calzada de la playa de Copacabana por su color blanco y negro, pueden llevarte a pensar que el Monasterio de San Benito no es más que otro edificio austero y sin gracia. Pero no podrías ir más errado. Como bien puedes comprobar, es entrar en el interior de la Iglesia y quedarte sin palabras.
El contraste entre el exterior y el interior del Monasterio de San Benito es abrumador. No te esperas que, después de observar la sobriedad y sencillez del edificio, sea atravesar las puertas y que te encuentres con un mundo de diseños cuidados y de fina elaboración, evocándote a ese universo en el que tanto las pilastras, las columnas e incluso los techos están decorados con formas y trazos que reflejan ese horror vacui tan típico en el Barroco brasileño, sobre todo por la utilización del papel de oro. Los diseños, las pinturas y las tallas de madera fueron elaboradas por los mismos monjes y el nivel de detalle es tan exquisito que a día de hoy todo el conjunto es considerado como una de las mejores muestras de arte de todo Brasil.
Uno de los mayores reclamos de San Benito es la efigie de la Virgen de Montserrat, obra de Fray Domingos da Conceiçao. Es una virgen negra europea a la que el Monasterio de San Benito está consagrado. Además, destacan la estatua de Santa Escolástica, hermana de San Benito, obra también de Fray Domingos da Conceiçao, las puertas barrocas de acceso a la nave principal y los candelabros de plata que hace años iluminaban el interior del Monasterio. Acércate a la parte más sagrada de la iglesia, la Capilla del Bendito Sacramento en ella vas a encontrar una buena muestra del arte rococó de Río.
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