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Si hay una embarcación que define el paisaje de Venecia, ésa es sin duda la góndola. Con su casco negro de esbelto perfil, y pilotada por un remero al que todos nos imaginamos ataviado con un sombrero de paja y una camiseta a rayas, las góndolas han dejado de ser el práctico vehículo multiusos que fueron antaño para dedicarse casi en exclusiva a proporcionar una vista diferente de la ciudad a los turistas.
Aunque de entrada pueda parecerte un manido cliché para los viajeros menos exigentes, recorrer los canales en góndola es una de las experiencias más recomendables que ofrece Venecia, ya que las barcas-taxi, la otra opción para descubrir estas callejuelas acuáticas, es igualmente cara y tiene mucho menos encanto.
Se estima que estas embarcaciones empezaron a utilizarse en el siglo XI, y son un claro ejemplo de la adaptación del ser humano al medio: con 11 metros de eslora y 1’5 metros de anchura, estas ligeras barcas son la mejor opción para recorrer sin problemas los canales más estrechos y poco profundos.
De la estructura, compuesta por casi 300 piezas de distintas maderas, destaca el hecho de que sea asimétrica, con una leve curvatura hacia la izquierda en la parte de la proa, lo que permite que el gondolero pueda dirigir la nave con el único remo trasero. En ausencia de esta curvatura la góndola se limitaría a dar vueltas. La técnica de remo utilizada, la boga veneciana, es curiosa, ya que el gondolero, situado en la popa, adquiere una posición erguida hacia la proa y rema desde delante hacia atrás.
El aspecto actual, de sencilla madera de roble lacada en negro, que caracteriza a la inmensa mayoría de las 400 góndolas que navegan hoy por la ciudad se debe a un edicto de 1562 que prohibió, para recortar gastos excesivos, las hasta entonces fastuosas ornamentaciones de estas barcas. Hoy en día se podría decir que, excepto en ocasiones especiales, en las que se coloca el felze, la cabina de la embarcación, la decoración se resume en el ferro, la alabarda de hierro que encabeza la proa, y los caballitos de mar dorados que ornamentan los dos lados.
Los trayectos, que duran aproximadamente 45 minutos, pueden resultar caros si no se negocia el precio con anterioridad. Es incluso recomendable intentar regatear. Teniendo en cuenta que las góndolas pueden llevar hasta 6 pasajeros, si el precio te parece muy alto tienes la opción de compartir el itinerario con otros viajeros.
Aunque resulte caro, muchas veces es la mejor forma de conocer las fachadas de numerosos edificios pintorescos y relevantes, como la casa donde vivió Casanova o el mismísimo Marco Polo. Además, como en toda ciudad romántica, es la única manera de pasar bajo el Ponte dei Sospiri para besar a tu pareja y que el amor nunca falte.
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