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Esta fraternidad, dedicada en un principio a prestar asistencia a los enfermos en los tiempos en que azotara la peste, recibió el prestigioso título de Scuola Grande en 1489. Poco después decidieron impulsar la construcción de una sede a la altura de su importancia, para lo que requirieron los servicios de Bartolomeo Bon.
Aunque la obra de Bon fue completada, sucesivamente, por los arquitectos Sante Lombardo, Scarpagnino y Giangiacomo dei Grigi, el resultado de la construcción es excelente, sobre todo en lo que se refiere a la soberbia fachada, reminiscente de la arquitectura de la Roma antigua.
No obstante, sería absurdo negar que el gran atractivo de la Scuola Grande di San Rocco no reside en el edificio en sí, sino en la excelente decoración que la lleva un paso más allá. Y es que las paredes y los techos de la scuola llevan el sello inconfundible de los años más prolíficos e inspirados de Jacopo Robusti, Tintoretto.
De hecho, las pinturas de las tres salas principales, realizadas entre 1564 y 1588, constituyen para Venecia, según algunos críticos que han valorado su unidad temática y su fuerza expresiva, una obra a la altura de los frescos de la Capilla Sixtina, de Miguel Ángel.
La titánica labor se le encargó a Tintoretto después de que éste ganara en 1564 el concurso público que se había convocado para decidir qué artista pintaría el techo de una de las tres salas, la Sala dell’Albergo. Para sorpresa y sumo enfado de sus rivales, Tintoretto colocó su panel antes de que el comité hubiese tomado una decisión, y finalmente acabó llevándose el encargo.
Hoy en día, si miras al techo podrás ver esta obra, titulada La glorificación del santo. Sin embargo, la obra de esta sala que tradicionalmente ha recibido más elogios por su belleza y complejidad ha sido la Crucifixión.
En la Sala Superior, las obras aluden a la naturaleza de hospital de caridad que tenía la Scuola Grande di San Rocco. Es el caso de los lienzos del techo, cuyos títulos son Moisés hace brotar agua de la roca, El milagro de la serpiente de bronce y El maná. También aparecen algunos episodios significativos del Nuevo testamento, como por ejemplo La tentacióin de Cristo.
En el Salón Inferior se encuentran los últimos cuadros pintados por un Tintoretto ya anciano. Estas obras ilustran, de manera panorámica, la vida de la Virgen María, comenzando con la Anunciación y acabando con la Asunción.
Los expertos consideran que la cincuentena de obras aquí reunidas representan el genio máximo de Tintoretto, que nunca antes había llegado a tal grado de maestría en el uso de la luz y en la administración de la fuerza y expresividad de sus figuras.
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