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Probablemente, muy pocos teatros tienen la suerte de haber sido alabados del modo en que lo hacía la prestigiosa publicación francesa Mercure Galant en 1683. “El más grande, el más bello y el más rico teatro de la ciudad”. Así es como definían al teatro Malibran, que en sus inicios recibió el nombre de Teatro San Giovanni Grisostomo, debido a su emplazamiento cerca de la iglesia con el mismo nombre.
Y es que todavía hoy, bajo la sombra de la majestuosidad de La Fenice, este teatro de la ópera tiene una destacable importancia.
Inaugurado durante los carnavales de 1678, fue un proyecto de Tommaso Bezzi para la familia Grimani, que ya poseía otros dos teatros en Venecia. Inicialmente, estaba concebido como lugar privado para el entretenimiento de la aristocracia, y no se pretendía darle un uso abierto al público.
Como curiosidad, te gustará saber que el teatro se alzó en el lugar donde, con anterioridad, se encontraba el palacio de la familia de Marco Polo. Dos placas conmemorativas son las encargadas de recordar este dato.
Sorprendentemente, el teatro, que nació sin más ambiciones que servir a las familias nobles, se convirtió, de la noche a la mañana, en el más prestigioso de Venecia por su prolífica producción de ópera, un género que venía floreciendo en Italia desde algunos años antes.
San Giovanni Grisostomo se impuso a las demás salas de Venecia por su lujo, su suntuosidad, la grandeza arquitectónica y la elegancia decorativa. Además, por primera vez, en la ciudad, cualquiera podía asistir a un espectáculo operístico, siempre que pudiera pagarlo, hecho que antes estaba reducido únicamente a los círculos aristocráticos.
Extravagante y con detalles extraordinarios, la sala contaba con cinco pisos de palcos sostenidos por cariátides, y pintados con todo tipo de motivos. El escenario se encontraba separado de la platea mediante una balaustrada, y el arco escénico estaba encabezado por el escudo de la familia Grimani.
Si bien es cierto que la democratización de la ópera se dio en este teatro porque estaba abierto a todo aquél que pudiera asumir el coste de la entrada, no lo pusieron nada fácil. Y es que durante años se mantuvieron los altos precios de la entrada, mientras que el resto de teatros bajaron el listón para aumentar la afluencia de espectadores. Trayendo las mejores obras e intérpretes, el prestigio de la familia Grimani creció por momentos. Les daba igual tener menos ingresos económicos y menos espectadores si estos eran selectos.
En el siglo XVIII, el prestigioso poeta Carlo Goldoni se puso al frente del teatro e introdujo nuevos géneros y estilos de canto, entre los que se encontraba la escuela napolitana de los castratti o la representación de las tragicomedias.
A mediados de siglo XVIII, uno de los teatros de los Grimani se incendió, y se trasladó toda su programación San Giovanni, hecho que lo ensalzó todavía más. Sin embargo, este auge terminaría pronto, porque la ambición de los Grimani les hizo construir un nuevo teatro en San Benedetto, que robó la hegemonía a San Giovanni Grisostomo y lo hizo caer en decadencia. Acróbatas, mimos e incluso caballos pasaron a ocupara el escenario del teatro, y San Giovanni desapareció prácticamente de las crónicas de la época.
En 1819, Giovanni Gallo, a medio camino entre un emprendedor, un mecenas y un artista, compró el teatro a la familia Grimani con el noble objetivo de devolverle el esplendor de antaño. Lo restauró completamente y consiguió que una de las cantantes más famosas de la época, la española María García Malibran, accediera a cantar en el teatro, en un retorno al arte lírico. En señal de agradecimiento, Gallo rebautizó al teatro con su nombre.
Durante el siglo XIX, el nuevo Teatro Malibran sufrió múltiples cambios. Pasó de unas manos a otras: primero, el hijo de Gallo y, después, una compañía de acaudalados italianos que se han mantenido como propietarios hasta hace pocos años. Además, remodelaciones de todo tipo se han dado en el teatro hasta la fecha, desde la incorporación de motivos egipcios en el hall o la restauración del tejado, hasta la ampliación de las galerías.
Cuando un terrible incendio asoló el gran teatro de La Fenice en 1996, el Malimbran jugó un importantísimo papel, ya que albergó muchas de las representaciones que allí se celebraban. De un tiempo a esta parte, el Teatro Malibran ha sabido conservar su privilegiada posición en la escena lírica veneciana. Por ello, y aunque La Fenice siga estando por delante en tu lista de atracciones turísticas, no dejes de visitarlo.
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